Ir al contenido principal

Éxodo 29. Consagración de los Sacerdotes!















Esta es la manera como consagrarás a los sacerdotes. Tomarás un novillo y dos carneros sin defecto alguno, panes ázimos y una torta sin levadura, amasada con aceite, como también buñuelos ázimos, untados con aceite; todo lo harás con la flor de la harina de trigo.
Puesto en un canastillo lo ofrecerás junto con el novillo y los dos carneros.
Luego pedirás a Aarón y sus hijos que se acerquen a la entrada de la Tienda de las Citas y los lavarás con agua.
Luego revestirás a Aarón de sus ornamentos, esto es, de la túnica de lino, el manto del Efod, el Efod, y el Pectoral, que ceñirás con el cinturón del Efod.
Pondrás sobre su cabeza el turbante, y sobre éste, la lámina sagrada.
Entonces tomarás el óleo de la unción, lo derramarás sobre su cabeza y así quedará consagrado.
También pedirás a sus hijos que se acerquen, y los revestirás con las túnicas de lino; ceñirás a Aarón y a sus hijos las fajas y les pondrás las mitras. Así es como consagrarás a Aarón y sus hijos como sacerdotes míos: éste será un rito perpetuo.
Entonces traerás el novillo delante de la Tienda de las Citas; allí Aarón y sus hijos le pondrán las manos sobre la cabeza y lo degollarás en presencia de Yavé, junto a la entrada de la Tienda de las Citas.
Tomando de la sangre del novillo con tu dedo, la pondrás sobre los cuernos del altar; el resto lo derramarás al pie del altar.
Sacarás todo el sebo que cubre las entrañas, el que queda junto al hígado y los dos riñones con el sebo que los envuelve, para quemar lo en el altar.
Quemarás fuera del campamento la carne del novillo, con su piel y excrementos, por cuanto es sacrificio por el pecado.
Tomarás después el primero de los carneros. Aarón y sus hijos pondrán las manos sobre la cabeza del carnero.
Lo sacrificarás, tomarás su sangre y la derramarás sobre el altar, por todos lados.
Luego despedazarás el carnero en trozos; lavarás sus intestinos y sus patas, los pondrás sobre su cabeza y lo quemarás todo en el altar. Este el holocausto, esto es el sacrificio de calmante olor para Yavé.
Tomarás asimismo el otro carnero, sobre cuya cabeza Aarón y sus hijos pondrán las manos.
Lo degollarás, tomarás de su sangre y teñirás con ella la extremidad de la oreja derecha de Aarón y de sus hijos, y los pulgares de su mano y pie derechos, derramando la sangre sobre el altar por todos lados.
Y tomando de la sangre vertida sobre el altar y del óleo de la consagración, rociarás a Aarón y sus ropas, y con él, a sus hijos y las ropas de ellos. Así será consagrado con sus ropas, y lo mismo sus hijos y las ropas de sus hijos.
Tomarás la grasa y la cola del carnero, el sebo que cubre los intestinos, la telilla del hígado, los dos riñones y la enjundia de encima, y la espaldilla derecha, porque es un cordero para consagración de sacerdotes.
Además, una torta de pan y otra de masa amasada con aceite y una torta del canasto de los ázimos presentados a Yavé, y después de poner todas estas cosas sobre las manos de Aarón y de sus hijos, las mecerás en la presencia de Yavé.
Después recibirás de sus manos todo lo dicho y lo quemarás sobre el altar encima de la víctima quemada. Será un sacrificio por el fuego de calmante olor para Yavé.
Luego tomarás el pecho del carnero sacrificado para la consagración de Aarón y lo ofrecerás llevándolo ante Yavé: ésta será tu parte.
Consagrarás el pecho que ha sido mecido y la espaldilla que ha sido puesta aparte, todo lo que ha sido mecido o separado del carnero para la consagración de Aarón y de sus hijos.
Con esto Aarón y sus hijos recibirán para siempre el derecho a cobrar este tributo de los hijos de Israel. Es el tributo que les presentarán los hijos de Israel en todos los sacrificios de comunión que presenten a Yavé.
Las ropas santas de Aarón pasarán a sus hijos después de su muerte: pasarán a ser suyas el día que sean ungidos y consagrados.
El sacerdote que se tome de los hijos de Aarón para suceder lo las vestirá durante siete días cuando lo consagren para entrar en la Tienda de las Citas y para oficiar en el Santuario.
Cocerás en un lugar sagrado la carne del carnero ofrecido para esta consagración, y la comerán Aarón y sus hijos, junto con el pan del canastillo, a la entrada de la Tienda de las Citas.
La comerán, ya que fue santificada para hacer expiación por ellos y consagrarlos. Ningún extraño comerá de estas cosas, porque son sagradas.
Si algo de la carne o del pan sobra hasta el día siguiente, no lo comerán sino que lo quemarás, porque es cosa sagrada.
Harás, pues, con Aarón y sus hijos todo lo que te mando. La consagración durará siete días.
Cuando se haga la expiación para la purificación del altar, se ofrecerá cada día un novillo para la expiación, un sacrificio por el pecado, y luego ungirás el altar para consagrarlo.
La expiación por el altar, y luego su consagración durará siete días. En adelante el altar será cosa muy sagrada y todo cuanto toque el altar quedará consagrado.
Cada día, y para siempre, prepararás sobre el altar dos corderos nacidos durante el año, un cordero por la mañana y otro por la tarde.
Con el primer cordero ofrecerás una décima de medida de flor de harina amasada con un cuarto de sextario de aceite de oliva, y como libación, un cuarto de sextario de vino.
Ofrecerás el otro cordero por la tarde con los mismos ritos de la mañana; será un sacrificio por el fuego de calmante olor.
Este es el holocausto perpetuo que se ofrecerá a Yavé de generación en generación a la entrada de la Tienda de las Citas, allí mismo donde me encuentro contigo para hablarte.
Allí me encontraré con los hijos de Israel; mi propia Gloria santificará este lugar.
Así santificaré la Tienda de las Citas con el altar; así santificaré a Aarón y a sus hijos para que sean sacerdotes míos.
Habitaré entre los hijos de Israel y seré su Dios, y sabrán que yo soy Yavé, su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para morar entre ellos. Yo, Yavé, seré su Dios.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Exodo 11. La última plaga sobre Faraón y sobre su pueblo!

Yavé dijo a Moisés: «No mandaré más que esta última plaga sobre Faraón y sobre su pueblo. Después dejará que salgan, o más bien él mismo los echará fuera a todos ustedes. No olvides de decir a todo mi pueblo que cada uno pida a su amigo, y cada mujer a su vecina, objetos de oro y plata.» Yavé hizo que los egipcios acogieran esta petición; además Moisés era un personaje en todo Egipto, y lo consideraban tanto los ministros como la gente del pueblo. Moisés dijo: «Esto dice Yavé: A media noche saldré a recorrer Egipto. Y en Egipto morirán todos los primogénitos, desde el primogénito de Faraón que se sienta en el trono, hasta el de la esclava que mueve la piedra del molino, y todos los primeros nacidos de los animales. Y se escuchará un clamor tan grande en todo Egipto como nunca lo hubo ni lo habrá jamás. Pero entre los hijos de Israel, ni siquiera un perro llorará por la muerte de un hombre o por la muerte de animales, y ustedes sabrán que Yavé hace

Exodo 20. Yo soy Yavé, tu Dios!

Entonces Dios dijo todas estas palabras: «Yo soy Yavé, tu Dios, el que te sacó de Egipto, país de la esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso. yo pido cuentas a hijos, nietos y biznietos por la maldad de sus padres que no me quisieron. Pero me muestro favorable hasta mil generaciones con los que me aman y observan mis mandamientos. No tomes en vano el nombre de Yavé, tu Dios, porque Yavé no dejará sin castigo a aquel que toma su nombre en vano. Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo. Trabaja seis días, y en ellos haz todas tus faenas. Pero el día séptimo es día de descanso, consagrado a Yavé, tu Dios. Que nadie trabaje: ni tú, ni tus hijos, ni tus hijas, ni tus siervos, ni tus siervas, ni tus

Éxodo 1. Las parteras temían a Dios, y no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaron con vida a los niños!

Estos son los nombres de los hijos de Israel que llegaron con Jacob a Egipto, cada uno con su familia: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. El número de estos descendientes de Jacob era de setenta personas. Además José, que estaba ya en Egipto. Murió José, y también sus hermanos y toda aquella generación, mientras los hijos de Israel seguían siendo muy fecundos. Se multiplicaron y crecieron, llegando a ser tan numerosos que los había en todo el país. Entró a gobernar en Egipto un nuevo rey, que no sabía nada de José, y dijo a su pueblo: «Miren que los hijos de Israel forman un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos precauciones contra él para que no siga multiplicándose, no vaya a suceder, que si estalla una guerra, se una a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y escapar del país.» Les pusieron entonces capataces a los israelitas, para sobrecargarlos con duros trabajos. Edificaron